sábado, enero 07, 2006

Para no olvidar


“De un tiempo lejano a esta parte ha venido perdido,
sin tocarme la puerta, recuerdo entrometido.
De un tiempo olvidado ha venido un recuerdo mojado
de una tarde de lluvia, de tu pelo enredado...”
["Para no olvidar" – A. Calamaro. Los Rodriguez]


Otra vez me ví llovido por la lluvia. Y fue, como viene siendo habitual últimamente, una experiencia demoledora para mis sentidos. No puedo evitar sentirme vivo, quizá más vivo que nunca, bajo la lluvia que cala mis adentros, limpiando mi piel y disolviendo en agua el barro de esos fantasmas que ocasionalmente, como protagonistas de mis más remotas pesadillas, me devoran la mitad de lo que es mío.

La noche se abandona al ruido terso que producen las gotas al latir en el
asfalto.

Sin embargo, ya tuve, como bien saben ustedes, más de una experiencia parecida con la lluvia que cae del cielo. En este Madrid, lo reconozco, una lluvia algo mugrienta e insalubre pero, al fin y al cabo, lluvia. Por mi parte, me temo que empieza a ser una tentación irrefrenable, sólo comparable a las que puedan tener los mal llamados locos, aquello de dejarme empapar por las gotitas que golpean los cristales para recorrer las calles buscando una vía de escape que las deje llegar hasta las alcantarillas. Sentir en la cabeza esa humedad poquito a poco, un agua que enreda el pelo y busca un lugar por descubrir, una pequeña hendidura por donde colarse y deslizar su encanto, hasta alcanzar en su viaje la punta de la nariz. Empañando mis gafas, irremediablemente, mientras enjuaga el pensamiento y baja la temperatura.

Las calles, vacías e inundadas en mil diminutos ríos, ven pasar corriendo a más de un cobarde que olvidó en casa el paraguas. También a los que esperan una tregua, bajo un mal soportal o marquesina. Un coche con las luces encendidas espera la hora de partida a través de los cristales empañados. Yo sigo caminando entre corrientes y cruzo, sin mirar a ningún lado, las calles, una y otra, mientras me río del color de los semáforos.
La noche se abandona al ruido terso que producen las gotas al latir en el asfalto. Es una procesión de abandonados: caer no es el final, sino todo lo contrario. Y mientras camino a casa: nubarrones, que poco a poco van buscando otro lugar donde disolver los esquemas, los pretextos. Escondo el cigarrillo bajo mi mano, tratando de que no se moje más de lo necesario. ¿Será verdad que pierdo a cada paso el paso dado? No es más que caminar, pienso en voz baja, mientras trato de entender el enunciado. Es posible que sea así, seco o mojado. Me gusta caminar al fin y al cabo… pero no es importante para mí contar los pasos. Si fuera así, de nada hubiera disfrutado.
[Gracias por seguir ahí... a pesar de tanta intermitencia, pero aún tengo muchas cosas pendientes de publicar y que, espero, llegarán prontito. Manténganse a la escucha. STOP.
Un abrazo, STOP]

2 comentarios:

Toñy dijo...

Por lo que veo ya estas de vuelta... Son días en que nos olvidamos del olvido y de la dieta, tanta fiesta abruma corazones y deja sin sentidos. Quizás es en esos días de alcoholes sin pauta en los que realmente escribimos, quizás chorradas, quizás obras de arte...pero siempre una parte de nuestro jodido corazón se plasma en el papel a contraluz dejádonos vacíos de recuerdos, miedos y experiencias.

Te lo dije el año pasado y te lo repito este: ERES GRANDE porque haces grandes a los demás, aunque algunos de nosotros seamos naves vagando por un océano sin fin.

Gracias por prestarme el ancla que son tus escritos y lo que representas, porque es la única manera de no dejarme vencer por las tormentas que, con gran fuerza, se empeñan en hundirme.

Besazos. Nos vemos!

Anónimo dijo...

No me extraña que te resfries, si te da por caminar bajo la lluvia...me ha gustado. Que hay de balas perdidas? cuidate.