jueves, enero 19, 2006

La cara oculta de la luna


Se miraba en el espejo como una adolescente coqueta y apasionada, mientras regalaba todo un catálogo de furtivas sonrisas a aquél cristal adosado al exterior del fotomatón. Se afanaba en darle vueltas a un pañuelo azul en su cuello, buscando la adecuada posición hasta encontrar la más idónea, la que quedaba bien, ante sus ojos. No era domingo, pero eso daba igual. Tampoco era ya una adolescente, ni la esperaban en ninguna parte para ir al cine o para pasear por la avenida. Era aquella forma de reflejarse, a pesar de todo, con la habitual forma de mirar que sólo poseen las mujeres, en su innato seducir, siempre incansable.

Quizá se percató de mi presencia y, sin que me diera cuenta, me descubrió espiando su quehacer pero, de ser así, siguió fingiendo, como sólo ellas saben fingirlo, con su dulce orgullo. Convencida de haber encontrado la posición correcta, se giró dejando atrás aquél espejo, volviendo a la verdad de bolsas blancas, harapos y cartones de un rincón que era su casa, desde hace ya algún tiempo. Aquel fotomatón no era su techo ni el suelo adoquinado era su tierra, algo evidente por el color de su piel, negra, y el pelo rizado y también negro que asomaba donde aquel gorro de lana no alcanzaba a cubrir por completo su cabeza.

El invierno es más que ingrato en estas calles y sus manos, ya curtidas, maltratadas por el frío, revelaban en sus dedos muchas noches sin dormir entre cartones, muchas noches de apretar los dientes sin soñar, sólo perdiendo el sentido. Un millar de bolsas blancas de distintos supermercados rodeaban lo que era su estancia, sin saber qué contenían, se podía intuir que, desde luego, eran la poca herencia recogida y acumulada en cierto tiempo. Dos grandes garrafas de agua, de plástico, transparentes, algunos trapos y lo que parecían zapatos viejos culminaban el resto del equipaje que, junto a las puertas de aquel Champion, podía mantener “expuesto” ante los ojos de los viandantes...

[Continuará...]

No hay comentarios: