jueves, agosto 11, 2005

Perra Vida / 7

Y mañana lloverá

Hoy, después de vivir un día de verano a través de los ojos del agua que cae del cielo, me acerco a las sábanas ensimismado en un barro de pensamientos que se me quedaron en la piel tras rebozarme en la misma tierra que ayer, inconscientemente, pisaban mis pies.

No sé cómo, pero lo cierto es que la misma lluvia que me despertó esta mañana con su monótona y desangelada canción me ha sorprendido en mi desesperada huida hacia delante. Hacía mucho tiempo que no recordaba haber despertado con el agua de la lluvia. La lluvia me dio el alto ante mis ojos. Y, cómo no, acabó pidiéndome explicaciones atrasadas como quien se tropieza con fantasmas en la escalera. Más que pedirlas, me las exigía con la ansiedad de un yonki que necesita calmar su sed de sed, su sed de sueños. Explicaciones llenas de deseos, de sentimientos atragantados, de implacables verdades y de árboles con pequeñas ramas y grandes raíces.

Así las cosas, acabé por rendirme ante la evidencia y, dejándome atracar por las sábanas de ojos negros que me llevaban persiguiendo, callejero en mano, por las aceras doloridas de la calle melancolía, me dejé acuchillar una y mil veces hasta pagar con creces todas y cada una de mis deudas con las ingratas esquinas de los asuntos pendientes.

Terminé llovido por la lluvia. Sin embargo, después de la reyerta, me descubrí a mi mismo relajado, a pesar de todo. Compartí, con los pies descalzos, un relajante paseo sobre la hierba mojada con el rocío colándose entre mis dedos. Empapé mi espalda con mis sueños tumbado sobre la humedad del césped perdiéndome en un cielo de alquiler: nubes y claros. Me zambullí dentro del agua caliente de mis anhelos mientras el frío despellejaba la piel de los errores. Y escuché a un trovador que me decía algo así como “Me equivoqué creyendo que eras tú, el sentimiento puro del querer”. Entretanto, encontré a uno de los grandes, que me brindó una toalla con la que poder secarme después de estar calado hasta los huesos. Aunque no pude evitar dejarme guiar, en el último momento, por el espejismo de un oasis... para acabar de nuevo embarrado en un simple charco.

Y es que, a pesar de todo, me reconozco exhausto tras una catarsis exfoliante a la que debía haberme enfrentado tiempo atrás. Quizá porque la euforia no conlleva otra cosa que sentirse bajo los efectos de un éxtasis que te encumbraaunque, a posteriori, la calma te detiene para mirarte a la cara y hacer que mires piel por dentro. Imagino que será a través del tiempo como se curarán todas la heridas. Un tiempo que, como la lluvia, acabará limpiando y disolviendo la suciedad, toda la suciedad. Desde las alturas de la atmósfera de las ideas hasta las profundas, y hoy annegadas, alcantarillas del alma. Y mañana lloverá, lo sé, aunque hoy me cueste ver el arcoiris.

Gracias, de todo corazón, a los que recorréis con vuestros ojos las líneas de mis escritos, que son tan vuestros al leerlos como lo fueron míos al escribirlos.

Un sincero abrazo,

Marcos Calvo

1 comentario:

Anónimo dijo...

Supongo que las gotas son más dulces en tanto que te eximen del trabajo..

Mi vida de perra empezó el lunes, con el apasionante mundo de Víctor Sampedro y su Opinión contra la pública.. Como ves, voy reformando mis hábitos para bien.

Un besoo, y visítame tú tb a mí, que lo mío es más ameno, con más fotos y menos gris...

Por cierto, el texto no está nada mal, lástima que sea en formato web, es un texto para papel.