lunes, octubre 23, 2006

Silencio venenoso


"¿Y ahora te vas...?" -le gritaba-. "Ahora ya, sin más, te marchas. ¿O es que estás esperando a que te empuje a hacerlo...? Porque tengo la impresión de que es exactamente eso... ¿Es eso lo que quieres?" -continuaba gritando mientras veía girarse el pomo de la puerta- "No puedo creerlo... no puedo creerte!! Aunque cuando lo pienso creo que es lo mejor... lo llevabas tanto tiempo buscando, ¿verdad?. No, no... no me mires así. Sabes de lo que estoy hablando... Y sólo pretendes hacerme tu cómplice..." -tomaba aire con fuerza- "Cómplice de lo que no eres capaz de reconocer... ¡¡¡ni aunque te maten!!!" -Rompiendo a llorar- "Porque... tienes miedo... ¡¡Mírame!! ¿Me oyes? Escúchame... Tienes tanto miedo que no sabes ni qué hacer cuando te miro a los ojos... ¡No sabes ni qué hacer! Prefiero no pensarlo... No quiero saberlo. Ya, no... No quiero que me lo digas. Prefiero pensar que sabes lo que haces... eso es, y que has pensado en tí, además de en mí, como me dices, para marcharte ahora de esta forma. Lo único que te pido es que seas tan fuerte cómo dices y que intentes mirarte al espejo pensando en todo esto... ¡Dios mío! Pensando en todo lo que llevas dentro y que has tratado de justificar de miles de maneras... Pero..., por mí, no lo pienses más: ¡vete! Y vete bien lejos. Lejos... donde no pueda verte, ni llamarte... ¡¡¡ni saber siquiera que existes!!! Vete... Y deja de jugar con mis sentimientos..."
De ese venenoso silencio del que están hechas las relaciones humanas.
También en el amor, como expresión íntima y rotunda de lo que muere cuando el silencio entra en juego, envenenando irremediablemente todo lo que toca.

No hay comentarios: